domingo, 5 de junio de 2011

La vida victoriosa


La vida victoriosa

            Cada uno de nosotros posee el potencial de tener una vida victoriosa. Dentro de nosotros yace la habilidad de vivir con valor, de tener relaciones satisfactorias, de gozar de buena salud y prosperidad, de sentir y mostrar compasión verdadera hacia otros, y de tener el poder de enfrentar y superar nuestras dificultades más profundas.
            Lo imprescindible para vivir una vida victoriosa es pasar por una transformación interna que nos permita hacer resaltar nuestras mejores cualidades humanas y cambiar nuestras situaciones. Este proceso es una revolución de nuestro propio modo de ser, una revolución humana individual.
            Imagínese esta situación:
            Tal vez usted se siente menospreciado en su trabajo. Quizás su jefe sea conflictivo o no lo toma en cuenta. Al poco tiempo, usted llega a sentir resentimiento. Aunque usted sea un experto en ocultarla, de vez en cuando la negatividad surge repentinamente con gran fuerza. Tal vez sus compañeros de trabajo o su jefe le perciben como alguien que no está completamente dedicado al éxito de su trabajo o que tiene una actitud negativa. Por supuesto existen innumerables y válidas razones para su punto de vista. Pero, cualquiera que sea la razón, usted pierde las oportunidades para avanzar debido a sus malas relaciones interpersonales. Ésta es una situación típica en el ambiente laboral hoy en día.
            Ahora supongamos que usted empieza a llegar al trabajo con una nueva actitud, que no es solamente un ajuste mental sino una nueva perspectiva reforzada por un sentido profundo de vitalidad, confianza y misericordia, y fundada en una seria autorreflexión. Debido a su nueva comprensión, usted trata a su jefe y su situación de un modo distinto, ofreciéndole apoyo, y a la vez está menos desanimado por cualquier negatividad que él o ella exhiba contra usted.
            Su supervisor empieza a mirarle con otros ojos. Nuevas oportunidades se presentan.
            Obviamente, éste es un ejemplo muy sencillo y muchos de nosotros diríamos que es algo natural de hacer; sin embargo, vivir de esta manera todos los días requiere un cambio básico en nuestros corazones y carácter. Una vez que se hace el cambio, tal como el efecto sinfín del dominó, podemos tener un impacto continuo sobre la gente que nos rodea.
            El catalizador para experimentar esta revolución interna es la práctica del budismo tal como lo enseñó Nichiren Daishonin. Nos provee con acceso inmediato al potencial ilimitado inherente en nuestras existencias y por el cual podemos triunfar en la vida.
            Es la promesa del budismo de Nichiren Daishonin de que podemos lograr un estado de libertad y felicidad inquebrantable para nosotros mismos mientras creamos la armonía con los demás.
            El budismo es un modo de vida que, en el nivel más fundamental, no hace ninguna distinción entre el ser humano individual y el medio ambiente en que vive esa persona. Como un pez en el agua, los dos son, no sólo inseparables, sino que cada uno sirve de catalizador para el otro. Así que, para un budista, la autosuperación y el mejoramiento de sus circunstancias son coexistentes. Los dos están tan entrelazados que sería incorrecto considerarlos como dos entidades separadas. Al tratar los sufrimientos e ilusiones falsas de los seres humanos, existe el resultante beneficio de mejores condiciones sociales, puesto que el uno nace del otro - para bien o para mal.
            Aunque la palabra buda evoca imágenes de una persona particular de la historia o quizás alguien de algún curso de religiones del mundo que hemos tomado, también es una descripción del estado más elevado de vida que podemos lograr. Buda quiere decir "el iluminado" o “el que ha despertado” y el Buda histórico (conocido por el nombre de Shakyamuni o Siddhartha Gautama) descubrió que todos los seres humanos tienen el potencial para la iluminación, -o "budeidad"- en las profundidades de sus vidas. Se lo podría comparar a un rosal en el invierno: las flores están en estado latente, aunque sabemos que el arbusto contiene el potencial para florecer.
            Asimismo, al utilizar nuestro potencial, podemos hallar una abundancia de sabiduría, valor, esperanza, confianza, compasión, vitalidad y resistencia. En vez de evitar o temer a nuestros problemas, aprendemos a afrontarlos con gran entusiasmo, seguros de nuestra capacidad de superar lo que la vida nos depara.
            El budismo también nos muestra la manera más satisfactoria de vivir entre otros. Nos revela que cuando ayudamos a los demás a vencer sus problemas, se expanden nuestras vidas. Cuando nuestra capacidad aumenta y se fortalece nuestro carácter, el origen de nuestros problemas llega a estar bajo nuestro control. Debido a que hacemos un cambio interno, la relación con nuestros problemas también cambia, de modo que encontramos soluciones positivas en un número de maneras asombrosas pero a la vez tangibles.

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Mediante este proceso de reformación interna, podemos también realizar nuestros sueños y deseos. El budismo de Nichiren Daishonin es humanista y, primero que nada, reconoce que ser humano significa tener deseos. Mientras procedemos hacia nuestra revolución humana, elevamos nuestro estado de vida y, tal como si fuera un imán, nos hace atraer a la vida lo que fomentará nuestra felicidad.
            No sólo realizamos nuestros deseos mientras cambiamos mediante la práctica budista, sino que la misma búsqueda de dichos deseos por nuestra práctica es como combustible para un cohete, que nos impulsa hacia nuestra iluminación.
            La vida siempre cambia, de momento a momento, continuamente. La única constante en la vida es el cambio. Nuestra vida es un continuo fluir, y mientras que en un momento podemos tener el valor para conquistar al mundo, en el próximo podemos estar abrumados por el más mínimo acontecimiento. No obstante, por nuestra práctica firme y diaria, siempre fortalecemos nuestra voluntad y habilidad de tener una vida de triunfo.
            Ser victorioso en la vida, sin embargo, no significa ni carecer de problemas ni evitarlos. Ser humano, casi por definición, quiere decir que constantemente debemos enfrentarnos con desafíos. La felicidad auténtica o la victoria en la vida es tener los medios para afrontar cada obstáculo, vencerlo y hacernos más fuertes y más sabios mediante este proceso. Dentro de cada ser humano yace un arsenal de todas las cualidades necesarias para abordar cada problema que se nos presente. El budismo es el vehículo que nos permite acceso a dicho arsenal y que desencadena nuestro poder inherente para enfrentar todos los desafíos de la vida y ganar.

La práctica

            Hay tres fundamentos a aplicar del budismo: la fe, la práctica y el estudio. Son los ingredientes principales de la receta para desarrollar nuestra innata condición iluminada o budeidad. Los tres son esenciales. Mediante esta receta, experimentaremos la prueba real de nuestra transformación, tanto bajo la forma de beneficio visible como de beneficio invisible. La receta es universal. Estos principios básicos son los mismos en todo país en donde se practica este budismo.
            La fe: Tradicionalmente, la religión ha pedido de sus creyentes que tengan fe en sus principios antes de aceptar su religión, sin prueba alguna de las afirmaciones de ella. Pero ¿cómo podemos tener fe en algo que no conocemos? Si una religión no puede proveer algún beneficio a la vida de sus creyentes y ayudarlos a superar sus luchas, ellos nunca pueden ser felices al practicarla. Hoy en día, muchas religiones carecen de la capacidad de verdaderamente habilitar a la gente a cambiar.
            En budismo, la fe se basa en la experiencia. El budismo de Nichiren Daishonin hace hincapié en obtener "prueba real" del poder de la doctrina. La fe comienza como una expectativa o esperanza de que algo suceda. Al comienzo de esta travesía, si estamos dispuestos a probar la práctica y anticipar algún resultado, entonces solidificamos nuestra fe, paso a paso, mientras se acumulan ejemplos de la prueba real.
            La práctica: Para desarrollar nuestra fe, tenemos que accionar. Solidificamos nuestra sabiduría y fuerza vital al manifestar nuestra budeidad todos los días de una manera concreta. La práctica del budismo de Nichiren Daishonin se compone de dos partes: practicar para nosotros mismos y practicar para los demás. El practicar para nosotros mismos consiste principalmente en invocar Nam-myoho-renge-kyo. Cada mañana y cada noche, los creyentes participan en un ritual que, además de invocar Nam-myoho-renge-kyo, incluye recitar dos capítulos importantes del Sutra del Loto. Dichos capítulos explican que cada individuo posee el potencial de lograr la iluminación y que la vida, en sí, es eterna. A esta ceremonia se la denomina gongyo (literalmente "práctica asidua"). Practicar para los demás consiste en accionar, basándonos en la misericordia, para ayudar a otras personas a que obtengan los medios para lograr mejoras personales en sus vidas; es similar a lo que nosotros ya experimentamos en nuestra propia relación con las enseñanzas de Nichiren Daishonin. El desarrollo de nuestra misericordia, por medio de la práctica para los demás, también constituye un beneficio directo para nosotros mismos.
            El estudio: Para llegar a tener la convicción de que esta práctica es válida, y para comprender por qué nuestros esfuerzos conducirán a un resultado concreto, es indispensable estudiar los principios básicos de este budismo. La base del estudio proviene del fundador mismo, Nichiren Daishonin. Hace más de 700 años, él instruyó a sus adeptos en la manera correcta de practicar, y sus escritos, que han sido preservados y traducidos al inglés, español y otros idiomas, nos dan una perspectiva valiosa de cómo esta práctica nos brinda provecho hoy en día.
La Soka Gakkai Internacional (SGI) se formó para apoyar a los practicantes del budismo de Nichiren Daishonin y asistirlos a enseñar a los demás en una escala mundial. Hoy en día, hay unos 12 millones de miembros en más de 190 países y la filial argentina se llama SGIAR. La SGI ha preparado varios materiales de estudio que proporcionan un tratamiento más profundo de la teoría budista, además de brindar aplicaciones prácticas por medio de los testimonios de los miembros. También existen traducciones de las enseñanzas originales del budismo, como el Sutra del Loto. Al ayudar a crear la comprensión y la confianza, los materiales de estudio nos brindan aliento vital - especialmente en los momentos críticos.

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            La oración básica o lo que invocamos es Nam-myoho-renge-kyo. Éste es el nombre de la Ley Mística que rige la vida eternamente por todo el universo. Nichiren Daishonin reveló esta ley como el principio fundamental dentro de la enseñanza máxima del budismo, el Sutra del Loto. Toda vida es una expresión o manifestación de dicha ley. Así que, cuando invocamos palabras de esta Ley Mística, armonizamos nuestras vidas con el ritmo perfecto del universo. El resultado: un aumento de la fuerza vital, sabiduría, misericordia y la buena fortuna necesarias para enfrentar los desafíos que se nos presentan. El significado de Nam-myoho-renge-kyo es el siguiente:
            Nam: Devoción. Al dedicar nuestras vidas a esta ley mediante la fe, la práctica y el estudio, despertaremos la condición de vida de buda o iluminación, en el interior de nosotros mismos.
            Myoho: Ley Mística. Tal como explicó el Daishonin en uno de sus escritos: «Entonces, ¿qué significa myo? Es simplemente la naturaleza mística de nuestra vida a cada momento, que el corazón es incapaz de captar y que las palabras no pueden expresar. Cuando uno contempla su propia mente en cualquier momento, no percibe ni color ni forma para verificar que existe. No obstante, tampoco puede decir que no existe, pues todo el tiempo diversos pensamientos ocurren en su mente. La vida es ciertamente una realidad elusiva que trasciende las palabras y los conceptos de existencia y no-existencia. No es existencia y tampoco es no-existencia, sin embargo, exhibe las cualidades de ambas. Es la entidad mística que es la realidad de todas las cosas. Myo es el nombre que se le da a la naturaleza mística y ho a sus funciones o manifestaciones.» (de "Sobre el logro de la budeidad").
            Renge: Literalmente la "flor de loto" que florece y produce semillas a la vez. Esto representa la simultaneidad de la causa y el efecto. Creamos causas mediante nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones. Con cada causa que hacemos, un efecto se registra simultáneamente en las profundidades de la vida, y los efectos se manifiestan cuando nos encontramos con las circunstancias correctas en nuestro medio ambiente. La vida misma es una serie de causas y efectos simultáneos sin fin. El invocar Nam-myoho-renge-kyo es la causa más profunda que podemos hacer para lograr nuestro efecto más deseable.
            Kyo: Sonido o enseñanza. Ésta es la manera en que el Buda ha instruido tradicionalmente - mediante la palabra hablada, la cual se oye.
            Myoho-renge-kyo es el título del Sutra del Loto y contiene su significado esencial. Nichiren Daishonin agregó namu (abreviado a nam), que viene del sánscrito. Nam-myoho-renge-kyo es la invocación máxima de la vida, a menudo conocido como el lenguaje del Buda.
            No existe ningún requisito ni regla en cuanto a la razón por la cual uno debe invocar la Ley Mística. Simplemente tomamos la decisión de comenzar a invocar Nam-myoho-renge-kyo y, al hacerlo, experimentamos la energía y sabiduría para lograr una vida plena.
            Durante los sesenta años desde que este budismo ha llegado a ser accesible globalmente gracias al esfuerzo de la Soka Gakkai, millones de personas han invocado daimoku sobre todo problema y meta concebible, desde las crisis de salud o económicas más graves hasta los asuntos más apremiantes del espíritu. Cuando invocamos la Ley Mística, contrario a la mayoría de las religiones occidentales, no rezamos a una divinidad externa investida de características y atributos humanos -como lo es el juzgar, por ejemplo- sino que nuestras oraciones se dirigen directo hacia las profundidades de nuestro ser.
            Esta ley universal es imparcial, y una oración no vale más que otra. La única cuestión es si podemos crear valor en nuestras vidas y ayudar a otros a hacer lo mismo. Como enseña el Daishonin, alcanzamos la iluminación mediante una transformación continua que sucede en lo más profundo de nuestra existencia, a la vez que buscamos cumplir nuestros deseos y resolver nuestros conflictos.
            Es imprescindible entender que nuestras oraciones se concretan porque extraemos de nosotros mismos la condición más elevada y la sabiduría necesarias para accionar de manera correcta.
El proceso de transformación

La naturaleza de buda no es sólo un sentimiento feliz ni una dicha existencial: es un estado de vida real basado en la Ley Mística del universo. No necesitamos entender exactamente cómo funciona esta Ley Mística para poder usarla para nuestro beneficio. Las leyes de la naturaleza no requieren ni que las comprendamos ni que creamos en ellas. Aunque no podamos "ver" la ley de gravedad, podemos atestiguar que existe. La ley de la vida (la Ley Mística), que es la que el budismo postula, es demasiado profunda para tratar completamente aquí. No obstante, a continuación explicaremos algunos conceptos básicos:

La eternidad de la vida

            Algunas religiones enseñan que vivimos solamente una vida y, cuando morimos, nos vamos permanentemente a un más allá bello, como el cielo, o a una eterna y horrenda cámara de torturas, el infierno. Sin embargo, en lo que se refiere a eternidad de la vida desde el punto de vista budista, la vida o esencia de cada uno no posee comienzo ni fin verdadero. Vivimos muchas vidas, repitiendo el ciclo del nacimiento y la muerte. Igual que cuando dormimos en la noche, refrescamos el cuerpo y nos despertamos de nuevo.
            El budismo explica que nuestras vidas poseen un aspecto eterno e invariable. Cuando morimos, aunque cesen las funciones vitales, la esencia misma de nuestras vidas -nuestra identidad eterna, con una miríada de causas grabadas en ella- continúa en una forma que no se puede ver. La muerte, así, se convierte en el potencial de vivir. Es comparable a un rosal en invierno, que contiene el potencial interno para tener flores (la vida) y, cuando las circunstancias externas correctas están presentes (la primavera), las rosas florecen (el nacimiento).
            Todo lo que hemos hecho hasta este momento llega a ser la suma de quiénes somos. Ésta es la ley de causa y efecto. Por cada causa, tiene que haber un efecto. Esto es el karma. Hacemos innumerables causas cada día a través de nuestros pensamientos, palabras y acciones; y experimentamos un efecto por cada causa.
            El budismo explica que, esencialmente, esta ley de causa y efecto es simultánea. En el momento en que se creó una causa, se registra un efecto, como una semilla sembrada en las profundidades de la vida. De hecho, esta ley está simbolizada por la flor del loto, que brota y florece a la vez. Aunque el efecto esté sembrado en el mismo momento en que se crea la causa, puede que no aparezca instantáneamente. Cuando aparecen las circunstancias externas correctas, el efecto se transformará de lo potencial a lo real. Visto de otra manera, nuestro karma es como un saldo bancario de efectos latentes que experimentaremos cuando en nuestras vidas se den las condiciones ambientales apropiadas.
            Mientras estamos vivos (haciendo causas), los efectos residen dentro de nosotros y, al morir, esos efectos determinan las circunstancias de nuestro nacimiento en la próxima existencia. De modo que cuando renacemos, todavía enfrentamos los mismos problemas o karma de las causas que hemos hecho. Esto contribuye en gran medida a explicar por qué las personas nacen bajo circunstancias tan distintas o, en otras palabras, porqué cada persona posee un karma diferente.
            Este principio sugiere que podemos cambiar nuestro karma o destino, el cual creíamos inmutable. Ésta es la gran esperanza y promesa que brinda la práctica budista. Mientras, en teoría, lo único que debemos hacer es crear las mejores causas para obtener los mejores efectos, frecuentemente sentimos que tenemos poco control sobre las causas que hacemos. Un ejemplo principal sería cuando estamos enfadados y decimos algo que no queríamos decir a aquellos con quienes estamos muy unidos. En tales momentos, la condición de ira puede parecer más intensa que nuestro carácter general. Sin embargo, cuando practicamos el budismo, podemos establecer la budeidad como nuestra condición de vida básica y afrontar nuestras circunstancias llenos de sabiduría y misericordia.

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